Después
de un tiempo y aconsejado por Pepe decidimos cambiar de hípica, trasladándonos
a Carpe Diem. Allí nos estaba esperando
Daniel,era muy simpático y amable con
nosotros. Estuvimos toda la tarde viendo las instalaciones y al finalpensamos que era perfecta para nosotros y
quedamos en que el sábado siguiente iría a montar.
Cuando
llegué me sentía un poco nervioso porque era un lugar extraño en el que
emprendería nuevos retos, como empezar a montar caballos en vez de ponis.
Daniel me presentó al caballo que iba a montar:
se llamaba Boquerón, era tordo y con cuello de gato.
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